martes, septiembre 05, 2006


Una exposición muestra cómo la guerra afecta a los animales
Una exposición en Londres recoge cómo han sufrido en tiempos de guerra caballos, perros, delfines y palomas por la acción de ejércitos que provocaron entre ellos víctimas "civiles" ordinarias y héroes. Los animales siempre han sido utilizados en las guerras, desde los elefantes que utilizaba Aníbal frente al Imperio Romano hasta las ratas que hoy detectan minas antipersonales en Mozambique, pasando por las luciérnagas de las que se ayudaban los militares para leer las cartas en las trincheras de 1916. La exposición 'Animals' War' ('La guerra de los animales') presentada en el Museo Imperial de la Guerra, rinde un homenaje particular a los caballos, los más expuestos en el frente, como testimonian las armaduras, portacañones y máscaras de gas conservadas. La estatua de bronce de un caballo y una mula son las figuras principales del monumento a los "animales de la guerra" inaugurado en 2004 en el centro de Londres por la princesa Ana de Inglaterra. La hija de la reina de Inglaterra afirmó en su discurso entonces que algunos animales saben lo que es ser valientes. Sobre ésta y otras ideas se puede reflexionar gracias a varios textos recogidos en el museo, como el que recuerda a la perra de unos marineros noruegos que rescató a unos naufragados en el Báltico helado, nadando de uno a otro lamiendo sus rostros para que no se durmieran y murieran congelados antes de que llegaran los servicios de rescate. Otra perra, Roselle, guió a su dueña ciega desde la planta 89a. de una de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. La exposición evoca también los cientos de miles de palomas mensajeras que transportaron noticias de los frentes, terminando a veces su misión en el plato de un civil hambriento. Un cartel suplica al público que respete a estos mensajeros del campo de batalla. Algunas imágenes de animales recogen toda la brutalidad de la guerra y evocan los sufrimientos que padecieron también los humanos. Unos camellos en el desierto, muertos asfixiados por el humo de los incendios del petróleo de la guerra del Golfo (1990-1991), o vacas muertas en verano de 1944 por la metralla y olvidadas en la campiña normanda. La medalla británica Dickin, una insignia en bronce con la inscripción 'We also serve' ('Nosotros también servimos'), reservada a los animales, ha sido atribuida 60 veces desde 1943. En 1946, Rob, un perro collie, fue uno de los primeros en recibirla: la leyenda dijo que fue lanzado en paracaídas 20 veces con comandos SAS, salvando vidas al advertir a soldados infiltrados cuando el enemigo se acercaba. Pero Rob nunca vio de cerca un paracaídas. Sus dueños lo prestaron al ejército para apoyar el esfuerzo de guerra británico de alguna manera. Cuando quisieron recuperarlo, Tom Burt, a quien habían confiado el perro, inventó las historias sobre él para mantenerle consigo. La verdadera historia de Rob, revelada este verano por un superviviente de las SAS, recuerda una utilidad de los animales que los ejércitos no habían previsto: la de mantener alta la moral de las tropas con su humilde amistad.

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